Desastre (Natural)

20 de agosto de 2012

I

 

Pese a que todo había sido un simulacro,

Hicimos un pacto secreto en el que dividimos aquella estación de metro,

Nuestra ciudad,

Todo el mundo,

En dos partes iguales

Que nos separaban para siempre e irreconciliablemente.

 

II

 

Luego, te perdí definitivamente

(entre el bullicio de una nueva carrera que no era más un simulacro,

Deterioré como un terremoto tu vida posible,

Sepulté cualquier esperanza de un futuro asociado

Y destruí los cimientos del amor más sagrado)

 

Ya lo ves, ahora podrías estar llorando en aquel rincón de la estación

Y yo no podría ir a abrazarte,

No podría decirte, una vez más, que todo estará bien;

Ambos ya sabemos,

De antemano,

Que no será así…

Y que tus lagrimas correrán o que ya han cesado,

Pero no por mí.

 

III

 

Ay de nosotros cuando nos encontremos por ahí,

Cuando el silencio tenga que escoger un bando

Y me escoja a mí.

Habrá que tragarse el reproche

De una posible invasión premeditada

(Y tú tan feliz).

 

Sonreiremos, por supuesto que sí (!).

 

Y te dejaré atrás (una vez más),

Pero ésta vez

Estarás bien acompañada.

Pero ésta vez

Te quedarás con una sonrisa, desencajada…

 

IV

 

Y él, te mirará tiernamente y sujetando tu mano, preguntará: «¿Estás bien?»

 

Y tú, con tus ojos todos mojados

Y con una sonrisa definitiva

Lo abrazarás fuertemente (como si recién lo hubieras encontrado)

Y le susurrarás al oído:

Ahora sí…

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Nadie fue testigo

2 de junio de 2012 

Nadie fue testigo de tu espontáneo desvanecimiento,
Ni de lo fugaz de nuestro encuentro, de nuestro juego, de nuestro olvido.
Nadie fue capaz de contemplar nuestro florecimiento,
Ni de ver marchitar nuestro exiguo y torpe intento.

Fue, si acaso, apenas percibido por un viento que cruzó entre nosotros,
Viento inclemente que nos hizo cerrar los ojos,
Extinguir la risa, tocarnos las manos, acercarnos un poco…

Sólo el cielo observó el efímero momento de pertenecernos.

Instantáneo momento que duró lo que una partícula de gas al fuego.
Esmirriado segundo; microscópico fruto; santiamén absoluto.
Eterna la espera de volver a tu yugo, a tu lado,
A tu tirano control de mi ser; de volverme tu esclavo.

Nuestras posibilidades se ahogan en un vaso sin vino,
Se extinguen las esperanzas del místico encuentro clandestino.
Se apaga la luz tenue de una historia aún sin principio…

Si tan sólo pudieses ver lo que yo imagino,,,

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Poesía conceptual #1

I

Origen y traición.

Amor/mutilación.

Un beso desgraciado.

Funeral, ley, fracaso.

La mirada del adiós.

II

Encuentro casual/simulacro.

Beso accidental y engaño.

Contraste, carnaval; embuste temporal.

Sexo, oscuridad/ocaso.

III

Historia marginal. Delirio/fugacidad: Perdido arte de amar.

Amnesia/sentimiento, astenia corporal, una pérdida de tiempo.

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De Perfil

 24 de marzo de 2012

Es increíble que te haya reconocido en un perfil, un tanto más vieja y más triste, y que me haya acercado a ti con cautela porque hace años no te miraba y quién sabe si todavía estás enojada, y sintiéndome llegar a tu lado giraras lentamente la cara para al final descubrir que no eras tú, que a lo mejor te extraño y por eso te me revelaste mostrándome nada más que tu perfil izquierdo para luego fugarte enseguida de vuelta a tu vida y a los pañales y a pantallas que nunca se apagan, y entonces yo tuve que voltear también la cara y desviar mi camino porque no pude encontrar tus ojos en aquellos tan pequeños y tan profundos y tan cualquier cosa menos ojos, más bien sueños rotos y fuentes secas y caramelos pegados en su envoltura, una cosa así de triste.

Y sin embargo no te olvidé y te quedaste adherida en mi día, este tan lejano de la ultima vez que pude tocar tus manos y mirar tu risa. Y qué curioso que hoy la palabra adherida cobre sentido hasta desglosada y entre más, mejor, porque eres herida y por eso después de encontrar tu perfil en una banca en cualquier parque similar a todos los que visitamos juntos, me he quedado sumido como aquellos ojos que no eran los tuyos o embarrado en la envoltura, porque hay que explicarlo así porque no hay otra forma, y yo no pude dejar de pensar ya en las películas malas, ni en tu pecas y en todos los parques y tu piel blanca y en dónde estás y por qué no aquí en esa banca tan blanca como tus pechos en donde tu perfil estuvo unos segundos como llamándome, sólo para luego escaparse…

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Pon tú que hablo de ti.

 1 de marzo de 2012

Pon tú que hablo de amor, De mirarte tan de cerca que nuestras narices heladas se toquen, provocando una sonrisita confidente, una inquietud momentánea.

Por tú que nuestras manos se junten por primera vez frente a la hoguera, que se sientan torpes por no conocerse, y comience una leve preocupación por hacer de ese el momento perfecto.

Pon tú que he esquivado tu naricita y me dirijo sin límites hacia esa boca que me atrae de manera irremediable, tú te encuentras ya con los ojos cerrados, tu respiración nasal no hace mas que seducirme más, con su lento ritmo que hace de este un momento que se antoja para siempre.

Pon tú que me detengo un segundo, porque el momento es exacto, tu carita bonita dándome la bienvenida a tu vida, tal vez para siempre, y yo ya he cerrado los ojos también y te he apretado las manos (como si nunca quisiera soltarlas) y me ha llegado una fugaz visión hacia atrás de lo hermoso que ha sido el recorrido hasta acá, hasta tus labios, hasta sentir tu respiración golpeándome en el rostro, el sudor entre las manos, tu perfume, tu calor… todo esto es tan perfecto, tan preciso, tan exacto, tan hermoso que esto no pude ser otra cosa que un sueño, y hay que culminarlo ya.

Tristemente el reloj suena y otra vez no he podido besar tus labios…

 

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Ensueños

1 de marzo de 2012

Aquel borde filoso en donde dos manos se encuentran:

Excentrico milagro de la inconvergencia.

Una sonrisa que reemplaza al llanto con la alegría:

Quizá sólo sean ensueños de mi melancolía.

 

Malsana melancolía la que me acompaña,

Porque para ser sincero, no me hace falta compañía.

Es sólo como un hueco, un hueco de ti que me haces falta.

Y tú tan lejos, tan fría, tu sonrisa que se convierte en mi manía.

 

Qué ganas de ti, qué ganas de que el futuro se apresure y me golpee en la cara con el primer beso de miles.

Qué necesidad de que el tiempo se apresure y encontrarnos desnudos frente a frente por primera vez.

Qué prisa la de mi corazón que cree que si late más rápido cuando está cerca de ti quizá el futuro se precipite.

Qué ansias locas las de mis manos que se mueren por recorrerte, conocerte, acariciarte, reinventarte.

 

Si supieras la manera en que todas las canciones toman nuestra forma,

Incluso las más tristes, y tal vez esas más, porque son las más hermosas.

Se adhieren a nuestra historia no concebida, no comenzada, quizá extraviada.

Y no me queda más que sonreír. Sonreír y esperar a que vengas por mí.

 

 

Pero no, no estás y problemente nunca estés.

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Buenos muchachos.

14 de enero de 2012

Esta historia es ficticia. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

 

Habíamos sido buenos muchachos. Era nuestro último día de visita en aquella ciudad y no habíamos hecho más que disfrutarla al máximo. Unos tragos tirados en el pasto mientras veíamos a los futuros Chicharitos, y luego un paseo corto por aquélla ciudad ajena. Tristemente nos encontrábamos en una linda zona de la ciudad con sus edificios con apariencia de viejos, sus mujeres que ni te miran y lo más importante, con deficiencia de campos de futbol. Sí, así de bien nos estábamos portando.

 

  • Esto es una mierda, le dije a Alan sin detenernos. En esta parte de la ciudad jamás encontraremos una cancha donde jugar, es como tratar de encontrar una en pleno Centro Histórico allá en el DF.
  • Tienes razón, eso es una lástima, en verdad tenía ganas de enseñarles a jugar a esos jalisquillos, ¿sí se les llama así?
  • Sí, pero de manera despectiva. En realidad son jaliscienses.
  • Da igual.
  • Vamos a un barrio pobre, ahí siempre se jugará futbol. De menos encontraremos a alguien jugando en la calle.
  • Está bien, pero, ¿qué te parece si primero vamos a comer?

 

Nos habían echado temprano del hotel y cargábamos nuestras cosas, así que no fuimos lejos. Entramos en un pequeño restaurante familiar donde servían la comida más típica de la ciudad que no habíamos probado hasta entonces.

 

Y ahí estábamos, viéndole el culo a la hija del dueño que hacía de mesera. Joder, pensé que iba a perder a mi mejor amigo que no paraba de disfrutar esas tortas… ahogadas, cómo se preparan en aquéllas tierras.

 

En fin, salimos de ahí entre bromas, no podía ser de otra forma, y ahí mismo prometimos regresar pronto a aquélla ciudad de mujeres hermosas. Luego nos echamos en el pasto a reírnos de la gente que pasaba, mientras bajábamos la comida con movimientos espasmódicos de carcajadas.

 

Eran aproximadamente las 4pm y tomamos el autobús que iba hacia la central, pero no teníamos intención de llegar a ella, todavía no. Pasamos por un barrio lleno de ferreterías, mecánicos y tienditas de abarrotes y ahí tocamos el timbre. Inmediatamente después de bajar del bus, comenzó a llover. ¡Vaya suerte!

 

No importaba, un poquito de lluvia no iba a detenernos. Pensamos que podríamos estar horas buscando un maldito juego de futbol, así que comenzamos a preguntar, pese a mi reticencia y falta de confianza. No me fiaba, ¿sabes? Nuestro acento nos delataba, traíamos mochilas enormes, barrio pobre, estos imbéciles odian todo de los capitalinos, disfrutarían enormemente de jugarnos una broma.

 

Al final no quedó de otra que seguir indicaciones que tras una decena de cuadras nos llevaron al deportivo prometido. Entramos bien erguidos, con cara seria y…

 

  • ¡Oigan, no pueden pasar!
  • ¿Qué? ¿Sólo por ser fuereños?
  • No, no es eso (y se ríe la muy puta vieja), hay que pagar 4 pesos.
  • ¡Joder! Todo te cobran acá, ha sido una suerte que no nos hayan cobrado cada servilleta que usamos comiendo tortas ahogadas, o cada que usábamos el cagadero del hotel.

 

 

Le dimos diez pesos: – Quédese con el cambio, seguro le hace más falta a usted.

Llegamos a la cancha de futbol rápido y sólo había tres chavalitos de entre 14 y 17 años. No era lo que esperábamos, pero aun así serviría. No íbamos a quedarnos viendo después de tanto buscar.

 

No tardaron en llegar unos más grandes y graciosos, incluidos unos vaqueros bajados de algún rancho con todo y botas que jugaban futbol como bailando quebradita. ¡La divertida que me puse! Hasta que uno de ellos me metió una patada que me llevó al suelo. Qué ganas de romperle la cara al muy hijo de puta, pero me pareció la peor de las ideas, ellos ya eran unos 10 y nosotros cargábamos con nuestras pertenencias. Ni hablar, no vine a pelear con nadie, sino sólo a enseñarles cómo se juega futbol en la capital. Misión cumplida.

 

  • Ya son las 7, será mejor que nos larguemos de aquí.

 

La verdad es que los hijos de puta esos hicieron que nos cansáramos, no teníamos idea de en dónde estábamos y no importaba. Nos tiramos a rehidratarnos y a comentar el juego. Por fin encontramos nuestro camino y allá fuimos, hacia la Nueva Central de Autobuses, el viaje había terminado, había sido todo un éxito… o al menos eso creíamos.

 

Llegamos a la central, compramos nuestros boletos con nuestras credenciales falsas de estudiantes para conseguir un 50% de descuento y nos sentamos a esperar la hora indicada: 9pm.

 

  • Tendremos que esperar una hora, le digo. Una puta hora para leer, ver muchachas viajeras y tal vez una chaqueta rápida en el baño. Qué hastío.
  • Así es mejor, podré dormir durante las 6 horas del viaje, toda la noche.

 

Faltaban 15 minutos y él dice:

  • Tengo que ir al baño, ahora regreso.
  • Haz lo que tengas que hacer, cabrón, ¿por qué me pides permiso?

 

Empieza a tardarse. Joder, una hora entera esperando y al tío se le ocurre ir a cagar 10 minutos antes. Ya se ha tardado demasiado, ¿por qué me ha pedido permiso?

Llega acelerado y le digo:

  • Joder, ¿por qué te tardaste tanto? Yo también iré a orinar.
  • Apúrate

“Apúrate”, hijo de la gran puta, cómo se atreve… Hago lo que tengo que hacer y mientras me lavo las manos escucho en el altavoz nuestros nombre: “por favor preséntense en su autobús, ya está lleno y nos tenemos que largar”. Bueno, eso entendí y salgo disparado y tomo mi maleta y Alan me dice: espera, ahorita vengo. Y sale de la central de autobuses.

 

¿Qué? ¿Qué está pensando este cabrón? ¿Qué no oyó que ya nos llamaron por el altavoz? ¡Joder! Igual tomo sus cosas y camino hacia el andén. Dos minutos y llega corriendo: ¿¡Qué carajos, hombre!? Nada, nada, dice, ¡vámonos!

 

Vámonos, vámonos. ¿De dónde se le habrá ocurrido tan gran idea? ¿Ha tenido un presentimiento? ¿¡O habrá escuchado la puta voz que nos grita por segunda ocasión en el altavoz!?

 

Llegamos corriendo, revisión, lunch, manoseo, arriba capullo. Todos en el autobús me miran con su expresión de “a ver a qué hora, hijo de puta”, los ignoro. Me acomodo en mi asiento y suspiro: Gran viaje, por fin ha terminado…

 

Mi compañero tarda: ese hijo de la chingada y su impuntualidad, aunque, algo me huele mal. Me levanto del asiento y me asomo por la ventana, está contra la pared y lo manosean intensamente. Joder, algo va mal. Regreso a mi lugar, cojo mi mochila y el tipo de seguridad sube al autobús y me dice: creo que vamos a tener que revisar tu mochila otra vez. De acuerdo. Bajo del autobús y este se marcha. Estamos acabados.

 

  • ¿Tú no traes bronca?, me dice el guardia.
  • ¿Qué?
  • ¿No traes droga?
  • Jajajajaja, no.
  • Bueno, pues tu amigo sí y no puedo dejarlos subir así al bus.
  • Yo te entiendo, está bien. Cambia nuestros boletos para más tarde, ya se le habrá pasado.
  • Claro, claro. Pasen al mostrador.

Alan se disculpa sincera y profundamente por primera vez desde que nos conocemos.

  • Perdón
  • No te preocupes, saldremos de esta, le digo y alboroto su cabello.

 

Nos dan boletos para las 6am, pero no alegamos, algo me dice que no estamos en posición de ponernos exigentes. Luego nos tumbamos en una mesa, yo escucho música, él está ahí, se lo lleva la chingada.

 

  • ¿Tienes hambre?, le digo.
  • Un poco, pero ya sólo tengo trece pesos.
  • Puto número.
  • ¿Qué?
  • Nada, es que alguien solía decirme que el 13 era mi número. Bueno, yo tengo 160 pesos, seguro encontramos algo qué comer por aquí.

 

Me levanté y paseé alrededor de la pequeña central, viendo precios y menús. Me topo con un guardia y me dice:

  • Tú también fumaste, ¿verdad?
  • ¿Qué?
  • Tú también fumaste mota.
  • Ah. No.
  • Cómo no, si traes los ojos más rojos que el otro cabrón.
  • Siempre me pasa eso a estas horas, o cuando tengo sueño.
  • Ja. Te vamos a pasar con el doctor, pa’ver que no nos estés diciendo mentiras.
  • Ja. Pues vamos. Yo no fumé nada.
  • Mchs, al rato van a venir los patrones y se los van a llevar.
  • Jajajaja, bueno. Allá voy a estar sentado esperándolos.

 

Regreso a mi lugar y le cuento a mi compañero sobre aquel guardia fanfarrón. Él se preocupa aún más, quizá le pasa lo que a mí cuando fumo hierba y se ha puesto un poco paranoico. Refleja su preocupación y su amplio léxico con una expresión muy chilanga:

  • No mames, ¡ya valió verga

Yo trato de serenarlo con buenas razones: recientemente se despenalizó la portación de hasta 5gr de mariguana, él no traía casi nada. Además somos turistas.

 

Charlamos unos veinte minutos más y luego él pálido exclama otra vez: ya valió verga. Miro sobre mi hombro y veo en la puerta de la central un par de camionetas de policía. Trato de calmarlo. Los policías se acercan al guardia con el que charlé, él nos señala y luego se acercan hacia nosotros. Yo tengo un plan, trato de ser cordial.

 

  • A ver, jóvenes, dice el más viejo de ellos.
  • ¿Qué pasa oficial, quiere sentarse? Antes de terminar mi oración el impetuoso y joven policía me interrumpe:
  • ¿¡Qué pasa con qué, hijo de la chingada!?

Bien, parece que no habrá negociación, nos hacen que nos levantemos y nos esposan. Qué raro es que te esposen en un lugar público y que toda la gente te mire con su cara de espanto. Bueno, supongo que ya de por sí es raro que te esposen. Nos suben a una camioneta en una posición muy incómoda y con esas mierdas metálicas calándonos los huesos.

 

  • ¿De dónde son? Pregunta el viejo.
  • Del D.F.
  • Uyyy, jajajajajaja. Bien dicen que: Haz patria y mata un chilango.

Nosotros nos quedamos callados mientras recita un monólogo sobre que nosotros los chilangos namás queremos ir ahí a echar desmadre y que creemos que ellos todavía traen huaraches y sobre cómo la Ciudad de México apesta, igual que sus habitantes.

 

Joder, ¿quién piensa tal cosa? Este poli es un anacrónico, eso no puede ser bueno… Todavía en este punto tengo esperanza de que sólo nos den una vuelta para asustarnos, nos pidan dinero y nos suelten, como hacen los policías del D.F.

 

Pero no, derechito a los separos y arrodillado contra la pared, registro, revisión médica y para adentro.

Primero se llevan a Alan, quien confiesa estar en “estado inconveniente”.

  • A este métanlo por estar “bajo la influencia”.

Mientras lo llevaban al registro me quedo esposado viendo la pared y de rodillas y escuchando la charla de aquéllos policías sobre fantasmas, Ovnis y brujería. La puta que los parió, ¿cómo estos imbéciles tienen cargos de poder? ¿Estos son nuestros guardianes del orden? ¡Maldita sea!

 

En la revisión médica confirman que no he fumado mota con un examen minucioso, preciso y de alta tecnología que ha consistido en mirarme a los ojos y decirme: sóplame… No, este no fumó. Bendita ciencia. El poli gordo dice: Igual métanlo por agresión verbal. Oh, yo creo que es uno de los más grandes honores para un poeta ser encarcelado bajo el cargo de agresión verbal, aun cuando no recuerdo haber dicho nada memorable.

 

Me levantan, me escoltan y cuántos años tienes, tu dirección, dame tus agujetas, tu cinturón y todo lo que traigas en las bolsas, la foto, qué guapo, ahora pasa a la celda. Ah, espérate. ¿Ya cenaste? No. Ah, entonces toma, alcanzaste el último lunch. ¡Puta, qué pinche alegría!

 

Entro a la celda y veo a Alan sentado muy cabizbajo, en las manos tiene una torta y estas están entre sus piernas. Cierran tras de mí. Joder, es el sitio más apestoso en el que he estado jamás, el olor a orines es tan fuerte que sientes que no puedes oler nada más. Seguro hay chinches, sino es que una rata. Alan odia las ratas. Y hay en un extremo, un hombre dormido y bien cobijado, sobre una de esas bancas de concreto. Abajo de la otra banca hay otro, casi lo piso. ¿Por qué ellos tienen cobijas? Mejor no discuto, mejor ni hago ruido, uno nunca sabe si esa clase de tipos se van a despertar con ganas de golpear a alguien, violarlo o matarlo, llevemos la fiesta en paz. Ojalá estén muertos.

 

En la hora del registro han dicho que entramos a las 11:23pm.

  • Bueno, nos dicen, esta es su situación y no se puede cambiar sino hasta las 9am que venga el abogado y ya veremos qué decide.
  • Pero, pero, nuestro bus sale a las 6am.
  • Uy, lo siento mucho.

Maldita sea, ¿qué vamos a hacer? No tenemos más que 160 pesos, con eso no nos alcanza ni para medio boleto de vuelta, si no llegamos a tiempo todo estará jodido.

 

Paso ahí las horas más largas de mi vida, tratando de dormir en una banca dura y fría en la que no quepo, Alan toma lo peor, está sentado en el suelo con la cabeza sobre las rodillas. Largas horas lentas. De repente siento que algo se mueve en mi cabeza, me levanto rápido. Una puta cucaracha. Caramba, este sitio es repugnante. Más horas lentas.

  • Alan, acuéstate un rato.
  • No, wey, así estoy chido, acuéstate tú.
  • No, no, anda, ya me harté.

Se acuesta.

 

Empieza a salir el sol, o por lo menos se siente la brisa matutina y se escuchan aves a lo lejos. Se levanta uno de aquéllos tipos que uno querría que estuviesen muertos. Levanta de una patada al otro y charlan, se conocen pero no han llegado juntos. Amigos de separos, vaya vida. Uno de ellos es un clon idéntico de El Ferras, el otro es un flaco alto de ojos verdes. Ambos son cordiales.

 

  • ¿De dónde son?
  • Del DF
  • Órale, ¿y qué hacen acá?
  • Me agarraron con mota en la central de autobuses, dice Alan.
  • Orales, ¿cuánto les echaron 24 o 36 horas?

¿¡Qué!? La puta que te parió flaco, cómo que si 24 o 36, nos tenemos que largar ya. Bueno, igual no queda de otra más que esperar hasta las 9am. Mientras tanto cada uno cuenta su pecado. Ambos están ahí por teporochos, tienen toda la pinta. El Ferras está hiperactivo: – Ah, ¡les dieron lunch! Me lo regalan. Alan se lo da. Mientras, El Moreno ameniza la estancia en el cuchitril con sus patoaventuras capitalinas.

 

Yo trabajo poniendo espectaculares, dice, y una vez nos llevaron al défe a poner uno, en una plaza, no maanches, allá sí están bien cabrones, ¿vea? Estaba poniendo un anuncio así en alto, arremachándolo, y tenía así aladito mi botecito de remaches y en eso, chin que le pongo un manotazo y todos para abajo, se hizo un piinchee reguero que yo pensé: chingada madre, me voy a tardar como 10 minutos recogiéndolos. Entonces aseguré rápido el anuncio con los remaches que me quedaron, para bajar a recogerlos, y cuando voltié, niiii unn pinche remache. Se los chingaron toodos, en menos de 2 minutos, te lo juro.

 

Pero te lo juro que están taaaaan cabrones que una vez hasta nos robaron en movimiento, sigue relatando mientras Alan y yo nos morimos de la risa. Íbamos entrando al défe, en una camioneta de esas sin capota, pero venía tapado con una lona y hasta me echaron a mí atrás, pero ya sabes pinche tráfico que se hace bien cabrón y íbamos despacito, y ya, cuando llegamos a la plaza donde íbamos a poner el anuncio, y me dicen: échate las luces, están ahí atrás de la camioneta, y cuál, no había nada, te juro que nos robaron en el tráfico, cabrón.

 

E incluso hacía reviews de nuestra comida tradicional, decía: Neeeel, lo que me sacó un chingo de pedo fue una vez que fuimos y que me dice un compa: ¿qué, quieres una torta de tamal? Ah, chinga, ¿torta de tamal? ¿Qué es esa madre? Ohh, cabrón, ¿quieres o no quieres? Bueno, sí quiero una. No maa, yo pensé que iban a abrir el bolillo a picar el tamal y echártelo así, pero neeel, namás abren el pinche bolillo y te echan así nomás el tamal entero jajajaja, ¿pues qué chiste? Pura masa en más masa.

 

La verdad es que nos cayó de perlas la charla, hasta se nos olvidó un poco que estábamos encerrados, excepto por el olor a miados que no se olvidaba ni en la más grande carcajada. Se nos hizo rápido el tiempo, entré historia e historia. También con El Ferras ansioso porque al parecer agarraron a otro de sus amigos y lo estaban registrando, decía emocionado: ¡a ese yo lo conozco! Es el Piti… es el piti.

 

Total que llegó la hora en que arribó el abogado y nos empezó a decir que quiénes éramos y porqué estábamos ahí. No, ustedes no deben de estar acá. Y cuánto dinero traen. ¿160? Uy, pues a ver ahorita cómo le hacemos.

 

El ojiverde nos dice: ya la armaron, ahorita los sacan. Está aquí cerca la central, ni necesitan ir en bus, namás salen, caminan derecho pa’llá y luego hay un puente y ya de ahí se ve, está bien cerca. Gracias Marco Polo, y suerte, que salgan pronto. Gracias.

 

Nos sacan y nos dicen:

  • Traen 160 pesos, ¿verdad?
  • Sí, contesto.
  • Hijoles, es que la multa es de 300 por persona, pero bueno, los vamos a dejar ir, nos quedaríamos con ese dinero, bueno, les vamos a dar 12 pesos para su camión de aquí a la central. Sí traen su boleto, ¿no?
  • Sí, pero era para las 6am.
  • Bueno, esa ya es su bronca, háganle la chillona al gerente, díganle que se quedaron dormido o algo así. ¿Cómo ven, lo toman o lo dejan?
  • Lo tomamos.

Todo lo que quería era salir de aquélla porquería. Nos dan nuestras cosas, nuestros cinturones, nuestras agujetas y nuestros 12 pesos. Ni uno más, ni uno menos. Salimos y la luz nos cala, joder, así se debe de sentir nacer.

  • ¿Nos ponemos las agujetas aquí? Dice Alan
  • No, no, más para allá, quiero alejarme lo más rápido posible de este agujero de mierda.

Nos ahorramos los 12 pesos y seguimos las instrucciones de nuestro amigo Moreno, en menos de 10 minutos llegamos a la Nueva Central Camionera. Volvimos, hija de puta…

 

Nos acercamos al mostrador y buenas tardes señorita, perdimos nuestro autobús, ¿nos lo puede cambiar para el siguiente? ¿No? ¿No se puede? ¿Cómo cree? Mire ya no traemos más dinero… Nos dice que ella no puede hacer nada por nosotros, que hablamos con el gerente. Ah, el gerente, ¿y quién es? Ese que está allá platicando: ahí, no pierde el tiempo el gerente, ligando en el trabajo a sus subalternos. Es alto, muy delgado, con cabello corto rizado y un bigotito. Igualito a Luigi, el de Mario Bros.

 

  • Buenos días, ¿es usted el gerente?
  • Sí, ¿en qué puedo ayudarte?
  • Lo que pasa es que teníamos boleto para las 6am y se nos ha hecho tarde.
  • Híjole, ya son las 9:30, ya no puedo hacer nada, sólo hay una hora de tolerancia. Lo siento.
  • Oye, pero es que ya no traemos nada, nada de dinero. ¿Haznos el paro, no?
  • Es imposible, son políticas de la empresa.
  • Vamos, Luigi, ayúdanos que estamos verdaderamente jodidos.
  • ¿Cómo me llamaste?
  • No te llamé nada. Ayúdanos.
  • Miren, lárguense de aquí, sino voy a llamar a seguridad.
  • ¿Seguridad? ¿Otra vez? No, no, ya mejor vámonos.

 

Sólo 12 pesos y tan lejos de casa. Maldita sea, necesitamos regresar al centro de la ciudad, necesitamos un nuevo plan…

 

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Keep the motorcycle running, MF

13 de Julio de 2011

Son las 2:03 am, no puedo dormir. Al recostarme sobre mi oreja izquierda, la derecha parece sufrir de un zumbido, aunque enseguida me doy cuenta de que no es eso sino que se vuelve más aguda. Por un segundo en mi mente cruza la idea de que podría explotar… por lo menos ese es el sentimiento que me genera. Permanezco y de repente escucho una voz de mujer al otro lado de la pared.

Se escucha muy lejos, estoy seguro que no la escucharía si no fuese por mi oído alterado. La voz de la mujer a veces me parece un mosquito zumbando, sólo a veces toma cuerpo. Puedo identificar que  dice «cállate, cállate». Y de repente nada. Estoy tan aburrido, seguro que me lo he imaginado todo…

 

Giro hacia el otro lado y mi oído izquierdo se encuentra también en un estado alterado, podría decir que duele pero no es así. Es como si mi oído saliera de mí y recorriera el cuarto entero flotando sobre él, muy rápido y aún así yo pudiera seguir escuchando. Es la mejor manera en que puedo definirlo.

 

Escucho un pequeño ruido repetido. Como un montón de suspiros in crescendo… y al fin logro identificarlo. Estoy escuchando un orgasmo en algún lugar del vecindario. Termina rápido. Dios mío, las cosas que hay para escuchar a las 2:10 am.

 

Agito mi cabeza con la intención de disminuir la intensidad de mis oídos. Escuchar cosas lejos está bien, pero yo sólo quiero dormirme de una buena vez.

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D

7 de junio de 2011

8:55

Saliendo del subterraneo, lugar de las sombras me encuentro ante un brillante sol. Uno podría pensar que es mentira, que el sol a esa hora apenas y calienta, pero es el contraste lo que llama la atención. Me da por pensar en que la mudanza es una situación común en la naturaleza humana. Cambiar de lugar debe ser un sentimiento constante en la mente de toda persona. Y en general no creo que sea sólo la mudanza, uno está constantemente pensando en el cambio, todo aburre. Incluso he llegado a aburrirme de mí mismo…

 

11:30

Estoy seguro que podría perderme en tus ojos. Afortunadamente me he hecho un mapa de entre sueños y hoy que por fin me enfrento a ellos tengo una idea clara de cómo son y de qué están hechos. Recorrerlos, sin embargo no implica que sea una tarea sencilla, existen trampas en ellos que no podrían descifrarse en simples sueños. Me adentro en tus ojos con los sentidos alerta…

 

13:16

El dolor parece no querer rendirse, pensaría que no es posible y que ya debería de haberlo olvidado, pero todo es consecuencia de una mala recuperación, y de un fin de semana extravagante. Hay que lidiar con ello, hay que empezar otra vez…

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T

16 de mayo de 2011

Qué pesado que un tío bromee con empujarte a las vías justo cuando viene el tren, más por lo peligroso que puede ser. Y lo peor del asunto es que se crea la mar de ingenioso. Pero ni lugar para decirle que se comporte y que deje de ser un crío porque para empezar no me gusta hacerme el maduro, es más, no soy lo suficientemente viejo para empezar a serlo. Además es algo que hice yo un par de veces con mis amigos, unos 5 años atrás, quizá menos. Entonces lo mejor es callarte y subirte al tren.

De todas formas me he molestado un poco y me he puesto serio, y ya que no venía charlando con él, como siempre que me quedo callado (aún pensando que no es fácil), me da por observarlo todo y deshacerlo hasta sus más mínimos detalles. Ponerme a pensar en el precio de los horribles zapatos amarillos que trae la modelo en un anuncio que te dice que dejes de fumar, hay que ser sinceros, para ponerse a dar órdenes hay que tener los zapatos indicados. O me pongo a observar por ejemplo al niño y la niña que van haciendo tremendo escándalo y subiendo y bajando de la banca, sujetados del tubo y luego la vuelven a escalar y a bajarse… y me da por preguntarme si yo habré sido así de feliz, si mis papás me dejaban rodarme por el pasto y saltar en los charcos o nones, si eran serios y estrictos y no me dejaban ni desabrocharme un botón de la camisa. Yo creo que mi mamá me dejaba, pero de mi papá ni lo imagino, más porque es un tipo bastante decente al que le gustan las buenas apariencias y estoy seguro de que a él le gustaba que yo estuviera bien arreglado para que la gente al pasar me mirara y pensara Qué bonito chaval.

 

Me ha preguntado en qué estación bajamos y le he dicho que a la siguiente. Está que se muere de ganas por conocer esa tienda de ropa vieja de la que le he contado, a pesar de que algunas veces es un pesado es un buen tipo, a veces muy entusiasta pero aparte de mí no conozco a nadie que crea que esa es una mala cualidad. Es un entusiasta y bastante gracioso. Cuando estoy de buenas incluso podemos tener unas conversaciones larguísimas y con muchas carcajadas, porque ya de buenas son la mar de ingenioso y siempre andamos haciendo hilos de conversación donde nos burlamos de cualquier persona que se nos atraviese. No es muy amable, ya sé, pero hay que encontrar alguna forma de hacerse la vida menos difícil, y para eso no hay nada mejor que la risa. Lo triste es que tenga que ser a costa de otras personas, pero yo pienso que no importa mientras no insultemos a nadie, porque como dicen Ojos que no ven, corazón que no siente. Estoy seguro que es igual con las bromas, mientras la gente no se entere que te estás riendo de su uniceja o de que estuvo a punto de ponerle las nalgas en la cara de otro tipo porque el tren se ha detenido de pronto y no le ha dado de sujetarse del tubo, mientras no se den cuenta que te ríes de ellos, pues no se ofenden.

 

Hemos llegado a la estación y casi se me pasa por estar observando a la tipo que se iba a caer, alcancé a salir justo antes de que las puertas me atascaran el pie, él se ha reído un poco y a mí otra vez no me ha dado gracia, aunque creo que si hubiera sido él el despistado yo también me habría burlado de él.

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